(extraído del libro “Sabotaje a la Verdad”)
Más allá de las consecuencias personales (sobre las testigos), legales (causa judicial iniciada) e institucionales (desacreditación del legislativo y de la comisión), que tuvo la filtración y difusión de los testimonios reservados, nadie pudo ser responsabilizado por lo ocurrido. En 1986 se realizaron la indagatoria sumarial administrativa en el legislativo y la investigación judicial. Sin embargo, ninguna de las dos arribó a conclusiones que pudieran arrojar luz sobre el desarrollo de los acontecimientos de aquel abril de 1986 en el marco de una comisión legislativa que investigaba las muertes de dos ex legisladores que luego fue retomada a nivel judicial en diferentes ocasiones y cuya causa sigue abierta hoy en 2006. De hecho, la serie de contradicciones que hemos podido identificar a partir de los testimonios en las investigaciones, sugieren que había tema para continuar investigando sobre las intencionalidades de la filtración. Es por eso que este trabajo se propuso retomar las líneas argumentativas y fácticas de ese entonces, comparándolas y contrastándolas con los testimonios que se recaban casi dos décadas después. Más allá del destino real al que la comisión pudiera haber llegado, la filtración de información forma parte de las prácticas que aseguraron la impunidad por tantos años. Quizás la opinión pública sea, desde el acceso a mayor información, el mejor jurado para evaluar qué implicancias tiene el carácter secreto de la información y en qué medida es responsabilidad del estado procurar asegurar la reserva.
A nivel periodístico o histórico, no se ha realizado ninguna investigación posterior a estos hechos que pudiera ayudar a la opinión pública a acercarse a la verdad sobre lo ocurrido en ese 1986. Nada se ha recopilado de los testimonios de los protagonistas y por qué en ese momento no se pudo seguir investigando. Menos aún se ha realizado un seguimiento de esos testigos, que hoy viven, que tienen formas diversas de contar la historia.
La investigación ha permitido identificar cómo un vínculo de 1976 que se trataba de mostrar en 1986 por una testigo como circunstancial, confirma hoy vínculos mucho más estrechos. Tan fuerte era el vínculo, que 17 años después de su testimonio –1986–, la testigo se transformó en pareja del militar que en la comisión era acusado por otra testigo de ser el asesino de los legisladores, y que ella defendía. Hoy la pareja continúa relacionándose con algunos amigos de aquel 1976. Puede ser casualidad, es cierto, pero la única forma de desenredar esta madeja es empezar a atar cabos, no siempre los cuales son explicaciones de los acontecimientos, pero por algún lado hay que empezar, así sea para descartar posibles implicancias, o dejar planteado un signo de interrogación. Aclaremos: Haydée Trías declaró ante la comisión investigadora que Pedro Mato había asesinado a Zelmar Michelini con un “tiro de gracia” y que esto se lo había dicho él mismo en una noche en que él se sentía muy mal. Trías había sido llamada por Juliana de Sarro (su amiga y reciente pareja de Mato) para que lo ayudara. En 1986 De Sarro desmiente que ese episodio haya ocurrido, y afirma que en el momento de la declaración está divorciada de su segundo marido y tiene tres hijos. Cuenta que la relación con Mato duró dos años, 1976 y 1977, luego lo vio en alguna visita a un destino que él tenía en el interior, pero se cortó la relación en ese entonces y no se vieron más. Diecisiete años después, Mato enviuda, De Sarro se separa de su tercer marido y forma pareja con Mato y se van a vivir a la ciudad natal del militar.
Vayamos al tema de un apartamento de Mato en Montevideo, uno de los temas investigados por la comisión investigadora. Recordemos que la testigo Trías había dicho que Mato había recibido una importante suma de dinero en dólares para efectuar el asesinato, dinero con el cual habría comprado –o terminado de pagar– un apartamento a su madre. En función de esta declaración y de la mención permanente a un apartamento del cual ambas testigos hablaban, situado en la calle Garibaldi, la comisión comenzó a interrogar sobre este apartamento. Mato no testificó en la comisión, por lo que no se pudo averiguar esta información. De Sarro testificó que era un apartamento que había sido comprado a través de un préstamo del Banco Hipotecario del Uruguay. No se pidió información al banco, tampoco se consultó a la justicia militar (donde efectivamente testificó Mato) sobre este tema. Sin embargo, en 1996, la revista Posdata publica que como resultado de su investigación, el apartamento fue terminado de pagar en 1980. Veinte años después accedimos al expediente militar en el que declaró el militar. Otro dato respecto a ese apartamento es que Gilberto Vázquez –oriundo de Rivera al igual que Mato, y mano derecha de José Gavazzo–, pagó durante un tiempo la cuota del banco del apartamento, según fuentes allegadas a los militares. ¿Por qué? Porque lo usufructuó durante un período, mientras Mato estaba con destino en el interior del país. Vaya si será interesante: Gilberto Vázquez es una de las pocas personas que dijo saber quién/es había/n asesinado a Michelini y Guitérrez Ruiz. Pero cuando estuvo a punto de hablar, calló, porque recibió una llamada que lo presionó. Tiempo después se mudó de su domicilio a pocos metros del parque Roosevelt y un par de cuadras de la playa. Muchos periodistas lo buscaron; volvió a aparecer en escena en 2005, en declaraciones al programa radial “Tiempo Presente” y además fue llamado para asesorar a Bertolotti, entonces comandante en jefe del Ejército. ¿Una forma de callarlo? En la radio, realizó declaraciones sobre el caso Gelman y sobre la forma en que se operaba en la época de la dictadura, negando que se tratara de un operativo de Inteligencia.
Conversamos con un ex miembro del SID, que conoce a Gilberto Vázquez desde hace muchos años y en referencia a este cargo en la Comandancia, dijo, riéndose: “Pero si le hicieron la jugadita esa de ponerlo, está muy bien, lo pusieron de asesor y lo trancaron”. Y agregó: “porque además, él anduvo moviéndose. Yo recuerdo que varios compañeros me llamaron para preguntarme si él había andado por acá. (…) anduvo por acá, nos encontramos un día y charlamos un poco, pero de los temas esos ni los conversamos porque no… claro, a él le interesaba conversar con otras personas”.
Le consultamos a esta fuente sobre la posibilidad de que Vázquez tuviera realmente información sobre los asesinatos y dijo:
La responsabilidad material está más que claro; hay gente procesada inclusive en Argentina y de última, podría ser, si es que se consigue probar –que yo pienso que sí, que debe haber algunos elementos para probar– de que hubieron algunos oficiales que estuvieron como el caso de Gavazzo, el propio Vázquez, Cordero, que fueron gente que estuvieron en el pozo de Banfield y yo qué sé qué más. No sé si operativamente o haciendo contactos de, de… cómo decirte… de… de entregarse información (…) negociando información, entregar información y recibir información ¿no? (…) Pero no sé si operativamente fueron. Eso, capaz que, si hacen un esfuerzo, lo podrían, sí, de repente hay algún dato por ahí que permita probarlo. O sea, hay gente que los vio ¿no? El caso de la hermana de Michelini. Hasta ahí podría llegar y buscando por tres bandas, meterle algo de responsabilidad a los tipos, de que ellos fueron los que llevaron la información, que ellos fueron los que… no sé… estuvieron en algún interrogatorio, alguna cosa por el estilo…
Pero aún hay más coincidencias en torno a Gilberto Vázquez. Atemos cabos una vez más: Haydée Trías habla de un encuentro con Pedro Mato y Juliana de Sarro en mayo de 1976. Las testigos difieren no sólo en el hecho principal: según Trías Mato le había confesado que él era el asesino; según De Sarro eso nunca ocurrió. En los otros dos puntos en los que difieren son: el lugar donde se realizó la reunión y la cantidad de personas que estaban presentes en la misma. Sobre el lugar, no se ha podido corroborar dato alguno porque son testimonios encontrados. Sobre la cantidad de personas, uno puede dudar de ambos testimonios de las mujeres en 1986, porque no hay elementos para dar mayor credibilidad a uno sobre otro. Mientras Trías habla de tres personas (Mato, De Sarro y ella), De Sarro habla de cuatro personas. ¿Quién era la cuarta? Un militar, que De Sarro dice en la declaración ante la investigadora no poder recordar el nombre, y que lo llamaban por algún tipo de apodo (“Pirín”). Casi veinte años después de esa declaración, fuentes afirman conocer la identidad de esa cuarta persona: Gilberto Vázquez, que en ese momento estaría “saliendo” con Haydée Trías. Se abren varias nuevas hipótesis a partir de esta información. De ser verdad que eran cuatro las personas, entonces: 1) Haydée Trías miente y no quiere mostrarse vinculada con Vázquez; o 2) Haydée Trías se refiere a otra reunión y no a esa, aunque Mato dice que es la única en que estuvo junto a Trías; o 3) Haydée Trías no recuerda claramente los hechos. Y si de veras eran cuatro las personas, y la cuarta era Gilberto Vázquez ¿no será que Trías efectivamente tiene información sobre los acontecimientos? ¿No será que estaba demasiado cerca de los protagonistas de acciones represivas como para que su testimonio sea invalidado? Es cierto que la han acusado de no estar psicológicamente equilibrada. Pero no se pidieron pericias psiquiátricas en ese momento. Sí estuvo en manos de psicólogo y de psiquiatra, pero ¿cuál es el diagnóstico? La justicia militar pidió el 17 de abril de 1986 informes al hospital Vilardebó sobre Haydée Trías (De Sarro había declarado ante la justicia militar –no así ante la comisión investigadora– que Trías había estado internada en ese nosocomio entre 1980 y 1981). El director del hospital en 1986, Dr. Jorge Parodi, informó el 28 de abril a la Justicia Militar que “según la oficina de admisión de enfermos de este hospital la referida persona no registra antecedentes de asistencia en el período solicitado por esa Sede”). Quince días después la justicia militar (Oficio Nº 104/86) vuelve a pedir el informe al hospital respecto de Trías, pero sin especificar fecha, a lo que las autoridades del hospital le envían fotocopia de la historia clínica Nº 22802 de Haydée Trías en la que se puede leer que Trías estuvo internada en ese hospital en enero de 1979. La historia clínica de Haydée Trías de ese 1979 dice que ella intentó autoeliminarse cuando su marido la dejó. Trías ingresó al Vilardebó el 26 de enero de 1979, y fue dada de alta seis días después. Entró al hospital por intento de autoeliminación debido a que su pareja la quería dejar. El informe médico dice “impresiona como una personalidad con rasgos histéricos importantes, que se descompensa periódicamente; en esta oportunidad presentándose con tinte depresivo. Médicamente se trata de una neurosis histérica. Dada de alta en esta fecha con controles periódicos en policlínica de Hospital de Clínicas”. Está firmado por el Dr. Álvaro Ramírez y la Dra. Riggie. El informe señala que en 1976 tuvo su primera internación por insomnio; las crisis de insomnio se repiten cada tanto por lo cual tomaba pastillas para descansar. En 1979 se la describe como una persona lúcida, que hace un relato coherente y comprensible, pero que se siente víctima de los demás porque no la quieren, ni el ex esposo, ni las hijas mujeres ni su concubino.
Su intento de autoeliminación es descripto en el informe:
toma las pastillas de mañana (el jueves) y como no dormía dice que llegó a tomar 120 pastillas. Al llegar el esposo le dijo lo que hizo y como él no le dio corte y se fue, tomó más hasta que él volvió de noche. Al día siguiente, como no durmió le pidió a la vecina que la llevara al médico. (…) Antes de llegar el médico de la asistencia tuvo discusión con el concubino, ocho años menor que ella, que le dijo que la dejaba para irse con los padres. Esto le dio rabia y entonces pensó en suicidarse “en serio”, ahorcarse o tirarse a la calle.
Se diagnostica como una depresión leve y una personalidad neurótica con rasgos histéricos.
Por otra parte, la actividad como enfermera de Trías en el Clínicas, a cargo de pacientes delicados, supone que el Estado consideraba que estaba en su sano juicio, porque de lo contrario no debería haber estado ejerciendo esas tareas. Repasamos la actividad profesional y académica de Trías luego de recibirse de Auxiliar de Enfermería en 1976, de acuerdo con la documentación probatoria. En 1977 realiza el “Primer Curso de Gerocultura” de la Universidad de la República. En 1983 y 1984 realizó satisfactoriamente el curso de Enfermería en ORL, Cirugía Plástica y Cirugía Gastroenterológica; en 1992 dictó clase sobre Injerto en el marco del curso de actualización de temas de enfermería en Clínica Quirúrgica; también en 1992 realizó el Curso de “Actualización de temas Médico-Quirúrgico en la Clínica”. También son favorables las evaluaciones: en 1999 fue evaluada en su desempeño en el Servicio Quirúrgico “F” del Clínicas, donde se desempeñaba entonces como Técnico en Enfermería. De la evaluación resulta que tiene un buen rendimiento en las tareas que desempeña, cuyo trabajo es de buena calidad y demuestra buen conocimiento, cumpliendo adecuadamente con sus tareas y manteniendo comunicación con el supervisor. El informe dice además que mantiene buenas relaciones de trabajo y que presenta buena capacidad y habilidad para enfrentar los problemas laborales. Al año siguiente, la evaluación reitera el juicio, agregando responsabilidad en el trabajo y la promoción de ideas útiles. En 2001 recibe un diploma de reconocimiento a sus 25 años al Servicio del Hospital de Clínicas. En el año 2002 tuvo licencia médica debido a alteración psíquica que imposibilitaba temporalmente a trabajar. Es difícil hacer un juicio sin un peritaje profesional y sin acceder a las apreciaciones de los médicos que la trataron.
Conversamos con uno de los médicos que trató a Trías en el marco de su atención en CIMA y MIDU, porque Trías proporcionó informes firmados por este profesional, quien nos alertó de no publicarlos (a pesar de tener la autorización de la paciente) porque entiende que rige el secreto profesional, al tiempo que se sorprendió por la consulta de un periodista, lo que para él configura una situación que no se ha dado en sus muchos años como profesional. Alertó que de ser publicados debería tomar acciones legales, haciendo uso de las potestades de la normativa vigente. De todas formas, surge de esos informe que Haydée Trías no era una enferma psiquiátrica grave ni mucho menos.
Por su parte, el Dr. Fernando Paladino, jefe de psiquiatría de la DUS (División Universitaria de Salud, del Hospital de Clínicas), dice recordar a la paciente pero considera que no puede dar ni un diagnóstico, ni siquiera su impresión de la situación. Aclaró además que “los diagnósticos en psiquiatría son siempre presuntivos (…) el diagnóstico surge de la entrevista en definitiva y trata de ser objetivo pero siempre es subjetivo”. La psicóloga y psiquiatra Rosalía Risso, retirada de la actividad profesional hace pocos años, hizo sólo algunos comentarios genéricos sobre Trías como paciente, no sólo porque no tenía en su poder en ese momento las notas de la paciente como para recordar claramente el diagnóstico, sino porque además, de tenerlas, no me las podría dar por el secreto profesional que la rige. Risso dijo que la trató hace unos veinte años (cuando Haydée se mudó para un apartamento en Larrañaga a dos cuadras de Rivera), que la atendió como psicóloga y sí recuerda que no tomaba en ese entonces ningún psicofármaco. La doctora la recuerda como una persona afable, inteligente, pero que siempre tenía muchos problemas económicos. También recuerda que Trías cantaba en un coro y que era claro que era una persona con un nivel cultural medio, medio alto, inteligente, pero que estaba muy dolida, muy lastimada por todo lo que había pasado, sufrido, con experiencias de vivir situaciones traumáticas. Respecto de las confusiones cronológicas de Trías, Risso explicó en una reciente conversación que en términos generales “una persona puede tener problemas de ubicar las fechas, y no por eso está loca. Puede ser el trauma, o que simplemente esté confundida y eso no la convierte en un paciente psiquiátrico”.
¿Acaso su confusión temporal no pueden ser considerados testimonios de un trauma por situaciones impactantes vividas? Entonces uno también podría preguntarse si Haydée Trías efectivamente pasó por todas las experiencias que dice haber pasado: desde ser testigo de la supuesta confesión de Mato (que no hay manera alguna de corroborarla) hasta ser internada varias veces por los que ella entiende como intentos de asesinato, pasando por ser requerida por fuerzas de aquel momento para recuperar una persona supuestamente moribunda –que ella dijo ya estaba muerta– en el subsuelo de un local que ella dice pertenecía a la TFP [Tradición, Familia y Propiedad]. A esa casa dice incluso que iba con su hijo Alexis, que era muy chiquito. Si todo eso es cierto, es lógico que la hayan hecho pasar por loca, incluso puede ser entendible que haya perdido la capacidad de discriminación entre realidad y fantasía. Ahora, si no todo es cierto, por lo pronto se confirma que estaba y se vinculaba con militares frecuentemente. Trías habla mucho del comisario inspector de la Policía Juan Carlos Cippolini, que en el gobierno de Batlle fue subdirector de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia y hoy integra los mandos de la Dirección Nacional de Cárceles. Para ella, Cippolini era una muy mala persona y la vincula a este grupo de militares y civiles (la barra) con los que “salían” en aquellos años. Pudimos confirmar que Cippolini fue pareja de Estela Chezarreta, la amiga de Juliana de Sarro, con la que vivió mucho tiempo. Estela era íntima amiga de Manuel Cordero.
Estela confirma conocer a Mato desde 1972 y a Cordero desde 1973 aproximadamente; ambos le fueron presentados por su amiga Loreley González, ya fallecida. Sobre su vínculo con ellos dice: “A Cordero también lo veía muy asiduamente hasta que se fue a Paso de los Toros y volví a verlo más asiduamente desde que regresó a la Secretaría del Plan Norione, en que lo volví a ver más frecuentemente. La vinculación con los dos tiene un carácter de simple amistad”.
Consultamos a Pedro Mato sobre lo que opinaba sobre Trías, que lo había denunciado, y obviamente, además de negar toda responsabilidad en los asesinatos, piensa sobre ella: “Yo tengo la sensación de que ella tiene puntos que toca la realidad, y puntos que tiene que los transforma a su gusto, es una persona sumamente imaginativa, que llega un momento que no consigue conectar lo que es realidad de lo que es ficción, o sea… si me pidieras que te la definiera, te diría eso”.
Por otra parte, si es verdad lo del vínculo –aunque fuera temporal– con Gilberto Vázquez ¿no es casual que existan testimonios que sugieren que Haydée Trías, a través de su declaración sobre Mato en la comisión investigadora, estuviera trabajando para Gavazzo? Volvamos un poco atrás en el tiempo: Gilberto Vázquez era amigo de Gavazzo, eran superior y subalterno. Gavazzo estaba peleado con Mato porque este último fue quien se encargó de desbaratar un operativo de “subversión interna” del Ejército, liderado por Gavazzo, que era la difusión de una publicación de su autoría (El Talero) en la que se atacaba a Gregorio Álvarez. Como Gavazzo estaba peleado con Álvarez (“El goyo”), comenzó a realizar esta publicación, porque “se la tenía jurada”. Según cuentan fuentes cercanas al militar, años atrás, Gavazzo dio una conferencia de prensa, en épocas en que Álvarez era comandante en jefe. Cuando Gavazzo terminó la conferencia, Álvarez le habría dicho: “lo felicito, usted es el mayor más mentiroso del mundo”. Desde entonces Gavazzo estaba decidido a sacar a Álvarez del poder, pero el mecanismo que utilizó le costó la carrera. A raíz de la investigación de Mato, Gavazzo se retira en 1978 como teniente coronel y se le dio la baja al ya fallecido general Amaury Prantl, que había sido director del SID. ¿Por qué Gavazzo eligió esta zona del país para la distribución? Quizás fuera porque Mato se había ido del SID por problemas con él y cuando Mato ascendió de grado, no volvió al SID porque se llevaba mal con Gavazzo. Ahí fue cuando a Mato le dieron como destino Minas. Justamente, la distribución de El Talero, Gavazzo la hizo en el Área de la División III, que era la que correspondía a Mato, quien resolvió el tema en quince días y así pasó Gavazzo a retiro luego de un Tribunal de Honor. Esto podría explicar una rivalidad de Gavazzo hacia Mato, y también de la comunidad de inteligencia hacia Mato, porque los compañeros de Gavazzo quedaron muy sentidos tras su baja del Ejército.
¿Acaso podrá entenderse que Gavazzo le pidió –u ofreció algo– a Trías para que testimoniara en contra de Mato y así él efectivizar su venganza? Antes de saber que Trías había tenido vinculación con Vázquez, era difícil asociarla con Gavazzo, pero desde entonces, al ser Vázquez mano derecha de Gavazzo, no parece una posibilidad tan alocada. Lo que parece claro es que dinero no recibió Trías, o al menos no una suma que le cambiara la vida. A lo largo de esta investigación hemos conversado más de una vez con Trías tanto en el hospital como en sus últimos dos domicilios. No parece precisamente ser una persona que esté cómoda económicamente, sino más bien lo contrario.
Volviendo al testimonio de Trías, De Sarro dice que los “accidentes intencionales” de los que habla Trías no fueron tales y que las fracturas y otras dolencias que sufrió fueron la consecuencia de la violencia doméstica de la que era víctima Trías en su domicilio. De Sarro afirma que sabe que fue así porque incluso ella la habría acompañado a realizar la denuncia ante la seccional 5ª. Las denuncias, sin embargo, no pudieron ser corroboradas. Sin embargo, la familia de Trías asegura que fue atacada casi hasta morir en el episodio de principios de los ochenta, al salir del Hospital de Clínicas.
Las preguntas continúan y continúan. Con respecto a las declaraciones de Trías, Mato afirmó a la revista Posdata en 1996: “No tengo explicaciones para dar; esto es una pesadilla. A mí me habían advertido, en aquella época del bulín de Garibaldi, que esa mujer se iba a vengar de mí, pero no supuse que de esta manera…”. Las interrogantes son evidentes: ¿quiénes le advirtieron? ¿Por qué le advirtieron? ¿De qué tenían que advertirle? ¿Qué clase de lugar era el de Garibaldi al cual Mato se refiere como “bulín”? ¿Por qué Trías se iba a vengar de Mato?
Con respecto a José Sande Lima, un policía de su misma generación y ex instructor de la Escuela de Policía dijo:
Y este… pero es un tipo que acá en Montevideo no creo que haya figurado mucho, ¿no? Por lo menos en los lugares normales. (…) Pero para mí Sande es una cosa medio rara ¿me entendés? No, no lo veo como un policía de los, de los… (…) vos ves cuando un policía actúa correctamente, actúa abiertamente y todo lo demás. Esta gente que no aparece, que aparece en determinados momentos, yo qué sé, no debe ser muy querida adentro de la institución, me parece. No, no. Mirá que ninguno de los que están nombrados es un tipo querido dentro de la institución. Al contrario: no trabajó con la policía.
Le preguntamos: ¿Entonces con más motivo podría ser de las personas que pueden haber actuado por cuenta propia? Y contestó:
Y de repente sí, ¿te das cuenta? Yo qué sé… porque yo nunca lo vi actuar dentro de los trabajos comunes de Inteligencia, a Sande nunca lo vi actuar, a ninguno de ellos, de los que están nombrados, los vi actuar. Siempre actuaron aparte, o sea que, actuaban con otra fuerza, solos no creo que hayan actuado nunca. (…) Pero ¿él dónde estaba? ¿Afuera estaba? ¿Dónde miércoles estaba? Yo no… no… acá en Montevideo, yo no… de repente estaría en la Republicana, no sé dónde estaba, en lugares muy cerrados.
A partir de estas afirmaciones uno podría interpretar que había militares y policías que actuaban con desconocimiento de las autoridades. Sin embargo, este ex policía habla de una responsabilidad compartida por parte de quienes actuaron en aquella época. Transcribimos un fragmento de la conversación:
–(…) Porque ya están amenazando de que van a tomar medidas, y no sé qué más. ¿Y contra quién van a tomar medidas? ¿Contra los tipos que están retirados? Yo no sé… porque hay seis, siete, ocho nombres que siempre figuran ahí, siete, ocho nombres… ¿qué pasa con eso? Son siempre los mismos nombres, ¿y los otros qué, estaban en la casa? Esto es como el problema de Hitler. ¿Los nazis eran Hitler, Goebbels y los demás qué eran? ¿Eran italianos? Me parece un disparate ¿te das cuenta?
–¿Habla de una responsabilidad compartida usted?
–Por supuesto. Para mí, esto ha sido una orden general que se dio, entonces no pueden haber sido dos o tres tipos los que… además no creo nunca que en el Ejército haya tomado por cuenta propia alguien una medida determinada.
–¿Pero si actuaban en forma paralela?
–¿Pero a vos te parece que es tan fácil actuar en forma paralela, cuando había un gobierno de facto? A vos te llamaban del Ministerio y al otro día, si no dabas cuenta, estabas en la calle. Me parece difícil. (…)
Consultamos a otro ex integrante de los Servicios de Inteligencia sobre la posible veracidad de este comentario sobre Sande, quien supuestamente se jactaba de tener el arma que mató a Michelini. Nos dijo que el planteo le parecía inverosímil:
Mirá, yo te voy a decir una cosa… de repente, puede haber a nivel de ejército alguno que sea medio bocón y diga cosas, pero la Policía, la Policía… tú sabés que son gente que siempre han orillado ahí, en el filito de la navaja, y si hay una cosa que saben que no tienen que hacer, es hablar. Y mucho menos de cosas tan importantes como esa. O sea, de repente, si salís a decirle que le pegaron un tiro “al oreja” o al no sé cuánto, eso, bah… no importa, pero cuando estás hablando de gente que para el resto de la vida va a ser sensible… hay dos puntos sensibles que no se pueden toca, es prohibido tocar –y si vos lo tocás se arma lío– y que son: no se puede tocar a un político, no se puede tocar a un periodista. Esos son la gente con la que, si se comete el error de hacerle algo, se te da vuelta el mundo. O sea, si algo, este… se equivocaron, si alguien de acá dio la orden, o dijo que sí, o se despreocupó –que también puede pasar… mirá que más de una vez puede haber llegado una información: “tengo a fulano, les interesa o no les interesa”, en esos viajes. Capaz que alguien dijo “che, tenemos a Michelini, a ustedes les interesa o no”, capaz que de acá de repente le contestaron: “Ah… yo qué sé, hagan lo que quieran con él, qué me importa”. Y ahí cometieron un error tremendo, porque a ese hombre una de dos: o le pedían que lo mandaran preso o lo trajeran para acá, yo qué sé. Pero no se puede tocar, está en la tapa del libro, esas cosas no se hacen.