Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz fueron secuestrados el 18 de mayo de 1976. En la noche del 21 de mayo aparecieron sus cuerpos torturados y asesinados, junto a los de dos jóvenes en similares condiciones: William Whitelaw y Rosario del Carmen Barredo, quienes habían sido secuestrados el 13 de mayo junto a sus tres hijos. Los cuatro cadáveres maniatados fueron hallados en un automóvil Torino, sedán, año 1975, sin matrícula, en la intersección de las avenidas Perito Moreno y Dellepiane, en Buenos Aires. Michelini estaba en el asiento trasero y los tres restantes en la valija del coche.
EL SECUESTRO DE GUTIERREZ RUIZ
El martes 18 de mayo de 1976, aproximadamente a las dos de la madrugada, un grupo de hombres armados ingresó con violencia al edificio porteño de Posadas 1011, apartamento 4º A, donde vivían Gutiérrez Ruiz y su familia. Los hombres se identificaron como la policías. Vestían de civil. La familia fue amenazada con armas de fuego, inmovilizaron a la pareja y a sus cinco hijos (de 13 a 6 años). El operativo duró aproximadamente una hora y concluyó llevándose al legislador nacionalista, no sin antes sustraer objetos de propiedad de la familia. Antes de que terminara el operativo, Gutiérrez Ruiz se dirigió a su señora, Matilde Rodríguez Larreta, dándole el nombre de varias personas con miras a eventuales gestiones de ayuda: Guglialmeli, Sánchez Sorondo y Michelini. La esposa de Gutiérrez Ruiz ha relatado en numerosas ocasiones que, cuando él mencionó a Zelmar Michelini, uno de los secuestradores dijo: “a este comunista también lo vamos a llevar”.
En el relato que fue haciendo Matilde Rodríguez a lo largo de los años, se destaca la violencia con que fue derrumbada la fuerte puerta antigua de su apartamento. Al entrar, encapucharon al “dueño de casa”, le hicieron preguntas y robaron todo lo que les parecía de valor y se fueron dejando el teléfono cortado, un auto en la puerta controlando, y la amenaza de que matarían a Gutiérrez Ruiz si avisaban a alguien. Los secuestradores se habían identificado como “Policía Federal” e incluso usaban los característicos autos Falcon de color blanco, como los de la Federal. Fue un episodio a ventanas abiertas, a los gritos desde la calle al apartamento del cuarto piso. Durante el episodio sólo se presentó la guardia permanente del agregado militar de Brasil, que vivía enfrente. Pero cuando les mostraron las identificaciones como integrantes de la policía y de las Fuerzas Armadas (que estaban trabajando en “operativos conjuntos”), la guardia se retiró.
El apartamento estaba ubicado a unos 150 metros de las embajadas de Brasil, Francia, Israel y Rumania. Todas tenían guardias. Muy cerca de allí vivía el ministro de Defensa argentino. Frente al acceso por el que los secuestradores entraron al edificio, estaba la casa del agregado militar de Brasil, el doctor Marcelo Sánchez Sorondo, que también tenía guardia permanente. Esta última guardia intervino y los secuestradores mostraron credenciales de las Fuerzas Armadas y la Policía Argentina, diciendo que actuaban en operativos conjuntos.
EL SECUESTRO DE MICHELINI
Unas dos horas después de finalizado el operativo en el hogar de la familia Gutiérrez Ruiz, un grupo armado de unas doce personas irrumpió con violencia en el hotel bonaerense Liberty (Corrientes 626). Sus integrantes portaban pistolas y armas de grueso calibre, escopetas y ametralladoras, una de estas con base de trípode (Exp. 293/76, fs. 84, 96, 123, 124 y 262). Sometieron al personal del hotel y obligaron a uno de los empleados a conducirlos a la habitación 75, donde residía Zelmar Michelini con dos de sus hijos: Zelmar Eduardo y Luis Pedro. Forzados a taparse con mantas, los hijos escucharon: “Zelmar, te vinimos a buscar, te llegó la hora” (Exp. 293/76, fs. 76 y 92 y testimonio en Acta Nº 4). Antes de que se lo llevaran, Zelmar alcanzó a decir: “llamen a Louise”, en referencia a la periodista estadounidense Louise Popkins.
Según el testimonio de los hijos, los criminales preguntaron dónde estaban las armas. Como no las encontraron, se llevaron envueltos en sábanas objetos personales de Michelini. Entre las pertenencias estaba una máquina de escribir portátil marca Hermes, de color rojo, que la hija de Zelmar, Margarita Michelini, recuerda haber visto luego en dependencias militares. Cuando se iban, llevando a Michelini, uno de los secuestradores –que vestía campera verde oliva y, según el testimonio, parecía el jefe del grupo– le dijo al conserje que se quedaran tranquilos, que se trataba de un procedimiento de la Marina. Cuando el conserje les pidió identificación, respondieron que la única identificación que tenían ellos eran las armas y que estaban en guerra contra el marxismo (Exp. 293/76, fs. 84, 85, 97, 100, 124 y 262).
Los secuestradores no tuvieron inconveniente alguno con la custodia de la embajada de Estados Unidos, que estaba situada en la misma manzana, ni tampoco con la fuerte guardia de la empresa telefónica Entel, ubicada en la esquina de la acera de enfrente.
El informe en mayoría de la comisión que investigó el caso señala como una de las características comunes de ambos operativos de secuestro que tales operaciones ilegales contaban frecuentemente con un aviso previo de la autoridad de la zona en que se producían, advirtiéndose incluso, en algunos casos, el apoyo de esos grupos armados.
El primer aspecto de la cuestión se vincula con la denominada “ÁREA LIBRE”, que permitía se efectuaran los procedimientos sin la interferencia policial, ante la eventualidad de que pudiera ser reclamada para intervenir.
Wilson Ferreira Aldunate no cayó en ese operativo porque fue avisado por amigos. Los secuestradores fueron a buscarlo a su domicilio en la localidad de Pardo, a 300 kilómetros de Buenos Aires, horas después de los otros dos secuestros. Ferreira había escapado.
EL SECUESTRO DE ROSARIO BARREDO Y WILLIAM WHITELAW
Los jóvenes fueron secuestrados junto con los tres hijos de Barredo, en su domicilio de Buenos Aires (Matorral 310) en la madrugada del 13 de mayo de 1976. El operativo, en el que “iban y venían coches”, fue testimoniado por casi todos los vecinos de la cuadra, que fueron testigos del secuestro. El operativo duró toda la noche, a partir de las dos de la mañana, y fue llevado a cabo por “delincuentes que (…) llevaban armas largas y hasta granadas colgadas en sus bolsillos” (Exp. 293/76, f. 70). Se prolongó hasta muy avanzada la tarde del mismo día, y terminó con el secuestro de la pareja y los niños. La inspección realizada 14 días después del secuestro verificó el desorden de la casa. Las huellas digitales (f. 111) tuvieron un destino desconocido (f. 444). [confuso] Las paredes de la vivienda lucían inscripciones como “tupas: OPR renunciantes”, “10 X 1, no va quedar ningún zurdo”, “zurdos cobardes den la cara que por más que la escondan los vamos a encontrar igual”, “Pasaremos el rastrillo y no quedará ni uno vivo”, “Paredón al zurdaje. Tupas traidores los vamos a llenar de bronces” (fs. 111 y 112).
Así como en los operativos de los legisladores, en este caso el modo de actuar de los secuestradores demuestra la tranquilidad que tenían de que nadie iba a interrumpir su cometido.
En la comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, declaró sobre este caso el suboficial argentino Orestes Estanislao Vaello, quien dijo:
(…) Que también en el curso del año 76 después del golpe de estado, mes de mayo, ocurrió el caso de los uruguayos. Sus nombres eran Rosario Barredo, Williams Whitalews. Eran jóvenes y fueron entregados por gente de SIDE. Creo que también intervino gente de Marina. Los levantaron en Capital. Al dicente les fueron entregados en el Pozo de Bernal. Que los interrogaron, los tuvieron unos diez días, el más chico estaba enfermo. Que después vino gente de SIDE, como lo dijo anteriormente, era la gente de Gordon que llegó con dos o tres personas que por los dichos durante el almuerzo pertenecían a los servicios de inteligencia del Uruguay. Que se los llevaron. (…). Que desconoce la suerte corrida por estos uruguayos. (…)
Los tres secuestros parecen haber operado dentro de lo que se denominaba “área libre”, que era un aviso previo a la autoridad de la zona en que se producían, en el que se advertía en algunos casos el apoyo de esos grupos armados. Esta área permitía que se efectuaran los procedimientos sin la interferencia policial, ante la eventualidad de que su intervención pudiera ser reclamada.
Sobre el carácter oficial de estos operativos, arroja algo de luz parte de un informe de 1976 de M. Chaplin, consejero militar diplomático de la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires: “en nuestro juicio (…) los únicos asesinos de la ultraderecha operando en Argentina son los miembros de las fuerzas de seguridad del gobierno argentino. La batalla tiene dos lados, no tres puntas. La única pregunta real es el grado bajo el cual las fuerzas de seguridad pueden estar operando fuera del control del gobierno argentino”.